El aquietamiento y la percepción.
La serenidad y la percepción interior se desarrollan aquietando los pensamientos: así es como se manifiesta la mente de los budas. Esta sentencia parece referirse a serenar la mente y observar, o a aquietar la mente y percibir.
El océano de la naturaleza al que todas las cosas vuelven es esencialmente unido, silencioso, siempre claro y sereno. Cuando se agita por las influencias de las condiciones, se levantan oleajes de conciencia y oleadas de emociones de mil distintas formas. Sólo aquietándolo se puede aclarar su claridad y serenar su serenidad.
El cosmos de la realidad que manifiesta una completa unidad, es siempre claro y evidente cuando las ideas han cesado y las cosas han desaparecido: tan pronto se ve oscurecido por el polvo de las obstrucciones motivadas por la conducta y el intelecto, la niebla de la confusión y las nubes de lo ilusorio se funden en miríadas de formas. Si no fuera por la percepción, no habría modo de desvelar su evidente claridad.
Cuando toda agitación ha cesado y no se forma ni una sola ola, las miríadas de fenómenos aparecen claros, sin confusión, sin nada que los obstruya. De ahí que la percepción no se diferencie del aquietamiento. Una vez disipadas las capas de oscuridad, cuando la nubosidad deja de formarse, las diez direcciones aparecen vacías, sin turbulencias, sin agitación. De ahí que el aquietamiento no se diferencie de la percepción. En la medida en que percibimos a través del aquietamiento, la concentración actúa como catalizador de la percepción interior; en la medida en que aquietamos la mente a través de la percepción, la percepción interior se convierte en la base de la concentración. Si esta catalización de la percepción interior prosigue, el aquietamiento es suficiente para apoyar a la función de la percepción; si la base de la concentración está presente, la percepción es suficiente para lograr el aquietamiento.
El aquietamiento sin la percepción puede causar estancamiento; la percepción sin el aquietamiento puede degenerar en inquisitividad. El aquietamiento es naturalmente el cese de movimiento, pero también es la raíz del movimiento: de ahí que cuando se aquieta la mente sin la percepción, el individuo puede hundirse en un vacía quiescencia, o caer en la distracción. Percibir significa iluminar lo oscuro, pero también es la raíz de la oscuridad: de ahí que cuando se percibe sin el aquietamiento, el individuo se deja arrastrar por pensamientos y reflexiones o se sumerge en lo ilusorio. Por consiguiente, el aquietamiento y la percepción se necesitan mutuamente, uno depende del otro.
El aquietamiento no consiste en un intrínseco aquietamiento: depende del movimiento y de la quietud para alcanzar su objetivo. La percepción tampoco es una percepción independiente: depende de la oscuridad y de la claridad para revelar su función. Si tanto uno como otro no están más allá del objetivo y de la función, ¿cómo pueden ser el auténtico aquietamiento y la auténtica percepción?
Si el individuo deja de perseguir el aquietamiento y el objetivo, y se olvida de la percepción y la función, en este caso, el movimiento y la quietud se serenan por medio de la auténtica percepción, y tanto la oscuridad como la luz son percibidas a través del auténtico aquietamiento.
Cuando el aquietamiento alcanzado mediante la auténtica percepción se funde con el movimiento y la quietud, los cientos de miles de budas penetran en la correcta concentración en medio de oleajes de sentimientos y oleadas de conciencia, sin dañar lo que es esencialmente unificado y silencioso. Cuando la percepción alcanzada mediante el auténtico aquietamiento se funde con la oscuridad y la luz, los ochenta mil métodos de prácticas iluminan el correcto conocimiento en medio de la niebla de la confusión y de las nubes de lo ilusorio, sin inhibir lo que provoca que las ideas cesen y que las cosas desaparezcan.
Cuando esto llega a comprenderse, los pensamientos se sosiegan sin necesidad de aquietarlos, la serenidad y la percepción interior se manifiestan sin necesidad de buscarlas, la mente de los budas aparece espontáneamente. Intentar compararlo con el cuerpo del espacio cósmico o la luz (los mil soles estaría tan alejado de la realidad como la distancia existente entre el cielo y la tierra.
Wei-tse
Las enseñanzas del zen.
Selección de Thomas Cleary.