El Buda nos dio unas herramientas muy eficaces para apagar el fuego que hay en nuestro interior: el método de respirar y de andar de manera consciente, el método de abrazar nuestra ira y de observar profundamente la naturaleza de nuestras percepciones, y el método de observar a fondo a los demás para comprender que también sufren mucho y necesitan nuestra ayuda. Estos métodos son muy prácticos y proceden directamente del Buda.
Inspirar de manera consciente es saber que el aire está entrando en tu cuerpo, y exhalar de manera consciente es saber que tu cuerpo está cambiando el aire. Así estás en contacto con el aire y con tu cuerpo, y como tu mente está atenta a la respiración, también estás en contacto con ella; tal como es. Sólo necesitas una respiración consciente para volver a entrar en contacto contigo mismo y con el mundo que te rodea, y tres respiraciones conscientes para mantener este contacto.
Siempre que no estás de pie, sentado o tendido, estás yendo a alguna parte. Pero ¿Adónde vas? Tú ya has llegado. Con cada paso, puedes llegar al momento presente, puedes entrar a la Tierra Pura. Cuando desde una punta de la habitación te dirijas a la otra, sé consciente del contacto que mantienen tus pies con el suelo y del contacto del aire mientras entra en tu cuerpo. Esto te ayudará a descubrir cuántos pasos puedes dar cómodamente durante una inspiración y durante una exhalación.
Mientras inspires, di «inspirando», y mientras espires, di «espirando». De ese modo, estarás practicando todo el día la meditación de caminar. Es una práctica que se puede hacer constantemente y que tiene, por tanto, el poder de transformar nuestra vida cotidiana.
A mucha gente le gusta leer libros sobre las distintas tradiciones espirituales o sobre rituales, pero no desea practicar demasiado las enseñanzas que aparecen en ellos. Las enseñanzas pueden transformamos, al margen de la religión o la tradición espiritual a la que pertenezcamos, si estamos dispuestos a practicar. Nos transformará de ser un mar de fuego a un refrescante lago. Y entonces no sólo dejaremos de sufrir, sino que además nos convertiremos en una fuente de alegría y felicidad para todos los que nos rodean.
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Fuente: Thich Nhat Hanh