MAESTRO ZEN WÚ DǍO - El miedo y las emociones - Budismo zen Alicante.


Soltar el yo que experimenta el miedo

En la práctica del camino zen, todo lo que experimentamos en la vida —pensamientos, emociones, sensaciones— es visto como vacío de una existencia intrínseca. El miedo, por tanto, no tiene una realidad independiente. No es algo sólido ni permanente, sino una creación temporal de la mente que surge y desaparece. En el zen, esto se relaciona con la enseñanza de la vacuidad (Śūnyatā). El miedo es simplemente una manifestación que aparece en la mente, como una ola en el océano, pero no tiene sustancia real fuera de nuestra percepción.

Cuando nos damos cuenta de la naturaleza vacía del miedo, este pierde su capacidad de dominarnos. No le damos sustancia al no identificarnos con él. Desde esta perspectiva, enfrentar el miedo es simplemente verlo como lo que es: un fenómeno pasajero, sin una realidad sólida. En este sentido, el miedo no necesita ser combatido ni superado, solo reconocido en su verdadera naturaleza: vacío.

El zen enseña que nuestra mente original, antes de que se llene de juicios y apegos, es como un espejo claro que refleja todo sin preferencia. El miedo, como cualquier otra emoción, es un reflejo en este espejo. No obstante, el espejo nunca se mancha ni se ve afectado por lo que refleja. Aquí radica la enseñanza de la no-dualidad: los fenómenos que surgen (miedo, alegría, dolor) no son diferentes ni separados de la esencia de la mente.

Si dejamos de identificar a nuestra mente con lo que refleja —es decir, si no nos apegamos a los pensamientos o emociones que surgen—, el miedo pierde su fuerza. Cuando la mente se identifica con sus contenidos, caemos en la dualidad: "yo soy mi miedo", "yo soy mis pensamientos". Pero si mantenemos la perspectiva de que el miedo es solo un reflejo y no nuestro ser esencial, podemos observarlo sin ser arrastrados por él. La no-dualidad nos enseña que no existe un “yo” separado del miedo; ambos son partes de una misma danza de la realidad.

En el camino zen, cualquier experiencia, por dolorosa o incómoda que sea, es una oportunidad para despertar a nuestra verdadera naturaleza. El miedo es una invitación a ver cómo nuestra mente se apega a ciertos conceptos e ideas, como la seguridad, el control o la permanencia. Nos aferramos a estas ilusiones, y cuando son desafiadas, el miedo surge.

Sin embargo, si utilizamos el miedo como un maestro, podemos ver que detrás de cada miedo hay una resistencia a la impermanencia o a la pérdida de control. La enseñanza profunda aquí es que debemos soltar el apego a la ilusión de permanencia y control. Al hacerlo, el miedo se disuelve. Lo que queda es una aceptación total de la vida tal como es, sin luchar contra sus aspectos incómodos. El miedo deja de ser un enemigo y se convierte en un camino hacia la comprensión de nuestra naturaleza original: una mente libre de apegos, que fluye con el presente.

Las enseñanzas nos invita a trascender la noción de un "yo" fijo que experimenta el miedo. La sensación de que "yo tengo miedo" o "yo soy quien sufre" es una construcción mental basada en la identificación con el ego. El miedo solo tiene poder porque lo alimentamos con esta identidad sólida. Pero cuando miramos profundamente, descubrimos que el "yo" que creemos que experimenta el miedo es en sí mismo una ilusión.

En la práctica zen, disolver esta identificación es fundamental. Cuando te das cuenta de que no hay un "yo" que experimentar, entonces no hay nadie que sufra el miedo. La emoción todavía puede aparecer, pero ya no tiene a dónde dirigirse. El miedo desaparece, no porque lo hayamos derrotado, sino porque nos damos cuenta de que nunca fue real, solo una proyección de la mente que se aferra a su propia identidad.

Una enseñanza fundamental en el camino medio es la aceptación completa de la realidad tal como es, sin resistencia. No se trata de resignación pasiva, sino de una aceptación activa y consciente. El miedo, al igual que cualquier otra emoción, es parte de la vida humana. En lugar de resistirlo o tratar de eliminarlo, el zen nos invita a aceptarlo con una mente abierta y sin juicios.

Aceptar el miedo plenamente implica reconocer su presencia sin crear historias alrededor de él. No tenemos que interpretar el miedo como algo malo, ni intentar deshacernos de él. Simplemente lo observamos. Esta aceptación radical transforma la experiencia del miedo. En lugar de ser algo que nos amenaza, el miedo se convierte en una oportunidad para profundizar en nuestra práctica de atención plena y presencia total.

Utiliza este gatha, dondequiera que estés, para volver a ti mismo cuando sientas miedo:

Inspiro y regreso a la isla en mi ser,
Donde el miedo no echa raíces y ni tiene poder.
El viento suave acaricia los árboles,
La sombra vacía desaparece.
Espiro en paz, y todo está bien.


ENSEÑANZAS: